Ser consciente de que la vida pasa y de que sigo en el mismo sitio, que nada cambia y que nada puedo cambiar. Con la carrera a un suspiro, seis años de una formación que nadie quiere y que cualquiera puede hacer. ¿Siguiente paso? Huir hacia delante, más formación, dos años más y estaré listo, para buscar un trabajo para toda la vida, una casa para toda la vida, un coche para toda la vida, una televisión enorme para 4 o 5 años, lavadoras, secadoras, etc. El fin de mi vida se acerca. Pronto me haré mayor y terminaré con la rutina de lo absurdo, del sinsentido, de la chanza y el modorreo, empezaré la vida de verdad. Estoy impaciente.
Miro a mi alrededor y solo veo caras de resignación ante lo que viene. No es felicidad, o por lo menos, no la que yo busco. Pero no hay escapatoria. No hay salidas a la derecha de la vía ni un túnel donde esconderse. Efusivas muestras de libertad y alegría en el mundo de los sucedáneos envasados al vacío. Vacío que crece y llena las esperanzas de nada.
No querer mirar al futuro. Un espejo sin reflejo en el que los marcos ya están puestos por lo que ya pasó. Solo podemos dibujar en el cristal lo que nos gustaría que apareciese y soñar con ello. Soñar que vivimos en un sueño, sin embargo, lo que estamos viviendo ya lo soñó alguien ayer. Privilegiados, infelices protagonistas de los sueños de los desheredados de la tierra. Una educación, un trabajo, una vivienda digna, otra para el veraneo, un coche privado, una tele enorme, lavadoras, secadoras, todo ello adquirido, aderezado y sazonado con un bajísimo tipo de interés variable revisable cada cuatro años a favor del euribor y no se cuantas variables económicas que, por supuesto, no nos explicarán.
Vivimos el sueño de los que tienen pesadillas cada noche. Disfrutemos.
Miro a mi alrededor y solo veo caras de resignación ante lo que viene. No es felicidad, o por lo menos, no la que yo busco. Pero no hay escapatoria. No hay salidas a la derecha de la vía ni un túnel donde esconderse. Efusivas muestras de libertad y alegría en el mundo de los sucedáneos envasados al vacío. Vacío que crece y llena las esperanzas de nada.
No querer mirar al futuro. Un espejo sin reflejo en el que los marcos ya están puestos por lo que ya pasó. Solo podemos dibujar en el cristal lo que nos gustaría que apareciese y soñar con ello. Soñar que vivimos en un sueño, sin embargo, lo que estamos viviendo ya lo soñó alguien ayer. Privilegiados, infelices protagonistas de los sueños de los desheredados de la tierra. Una educación, un trabajo, una vivienda digna, otra para el veraneo, un coche privado, una tele enorme, lavadoras, secadoras, todo ello adquirido, aderezado y sazonado con un bajísimo tipo de interés variable revisable cada cuatro años a favor del euribor y no se cuantas variables económicas que, por supuesto, no nos explicarán.
Vivimos el sueño de los que tienen pesadillas cada noche. Disfrutemos.