El alquiler de la vivienda es más eficiente y más solidario. A la hora de elegir comprar una vivienda, lo normal es embarcarse en un proyecto de futuro y tener en cuenta una serie de variables que en el momento de la elección, no son para nada necesarias, como la habitación del niño y de la niña y un baño para el perro. Más aun cuando en la sociedad actual la estructura de las unidades familiares no son, precisamente, hasta que la muerte las separe.
Sin embargo obliga a un esfuerzo económico mucho mayor, en un momento en el que probablemente los ingresos son más reducidos. Esto hace que las viviendas de mayor tamaño adquieran un valor irreal por el error en la demanda y por contagio, las viviendas más pequeñas. El precio de un producto no es el que una persona desesperada esté dispuesta a pagar. El alquiler se ajusta mucho mejor a las necesidades de los ciudadanos y hace más justo el precio de la vivienda.
¿Pero a quien alquilamos las viviendas? España es uno de los países con más viviendas per cápita del mundo y con la crisis que nos ha sacudido, los bancos y cajas españolas son las mayores inmobiliarias del mundo. Unos inmuebles que de ponerlos todos a la venta mañana colapsarían el mercado y se podrían comprar casas por lo mismo que cuesta una tienda de campaña. Y si sale más barato pagar una casa nueva que la hipoteca, pues como que se queden con la casa.
Pero si no son los bancos, vendrán los marqueses de la aristocracia del capital a ofrecernos sus viviendas de alquiler para perpetuar hasta el fin de los siglos su soporífera existencia. Comodidades y despilfarros que nos mostrarán en televisión para que nos creamos nuestro egoísmo de llegar a ser algún día tan inertes como ellos.
Si los trabajadores no son los propietarios de las viviendas y se limitan a alquilar, en un país donde el ahorro solo aparece en la publicidad de los envases de jabón para la ropa. Convertiría a la clase trabajadora en una masa mucho más vulnerable. Si los bancos y la aristocracia del capital, propietarios de las empresas y por extensión de nuestro trabajo, se transforman también en propietarios directos de nuestras viviendas, volveríamos a un feudalismo con ipods e internet, donde nos mantendrían dentro de una gran caja transparente donde la ilusión de la libertad haría de barrotes.
La propiedad de la vivienda debe ser de los trabajadores, de forma cooperativa o sindical, puede que así sirviesen para algo. Y en caso de dudas, del estado, lo malo de esto es la facilidad con que un gobierno es capaz de privatizar el futuro de sus ciudadanos, de devolverlo al capital y de sonreír de manera estúpida mientras han sido mangoneados por unos cabrones mucho más listos.
Sin embargo obliga a un esfuerzo económico mucho mayor, en un momento en el que probablemente los ingresos son más reducidos. Esto hace que las viviendas de mayor tamaño adquieran un valor irreal por el error en la demanda y por contagio, las viviendas más pequeñas. El precio de un producto no es el que una persona desesperada esté dispuesta a pagar. El alquiler se ajusta mucho mejor a las necesidades de los ciudadanos y hace más justo el precio de la vivienda.
¿Pero a quien alquilamos las viviendas? España es uno de los países con más viviendas per cápita del mundo y con la crisis que nos ha sacudido, los bancos y cajas españolas son las mayores inmobiliarias del mundo. Unos inmuebles que de ponerlos todos a la venta mañana colapsarían el mercado y se podrían comprar casas por lo mismo que cuesta una tienda de campaña. Y si sale más barato pagar una casa nueva que la hipoteca, pues como que se queden con la casa.
Pero si no son los bancos, vendrán los marqueses de la aristocracia del capital a ofrecernos sus viviendas de alquiler para perpetuar hasta el fin de los siglos su soporífera existencia. Comodidades y despilfarros que nos mostrarán en televisión para que nos creamos nuestro egoísmo de llegar a ser algún día tan inertes como ellos.
Si los trabajadores no son los propietarios de las viviendas y se limitan a alquilar, en un país donde el ahorro solo aparece en la publicidad de los envases de jabón para la ropa. Convertiría a la clase trabajadora en una masa mucho más vulnerable. Si los bancos y la aristocracia del capital, propietarios de las empresas y por extensión de nuestro trabajo, se transforman también en propietarios directos de nuestras viviendas, volveríamos a un feudalismo con ipods e internet, donde nos mantendrían dentro de una gran caja transparente donde la ilusión de la libertad haría de barrotes.
La propiedad de la vivienda debe ser de los trabajadores, de forma cooperativa o sindical, puede que así sirviesen para algo. Y en caso de dudas, del estado, lo malo de esto es la facilidad con que un gobierno es capaz de privatizar el futuro de sus ciudadanos, de devolverlo al capital y de sonreír de manera estúpida mientras han sido mangoneados por unos cabrones mucho más listos.
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